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Foto de cohdra |
Durante toda la infancia tenemos miedo de la mano. No de cualquier mano, sino de la fría, húmeda e inesperada. La mano. La temes cuando te despiertas por la noche y para encender la luz tienes que buscar a tientas el botón de la lamparita. La esperas cuando entras en una habitación oscura y palpas la pared en busca del interruptor. Un golpecito a la izquierda, otro a la derecha hasta que das con el plástico tranquilizador. Y no con la mano, que esta vez temías fría y peluda. La imaginas cuando golpeas el aire por la mañana tratando de acallar el sonido impertinente del despertador y esperas que no se te adelante la mano.
Tantos años temiéndola sin haberla visto. Casi real en la infancia; un recuerdo infantil, algo vergonzoso, en la juventud. Olvidada después durante muchos años. Llegó incluso a convertirse en motivo de risa cómplice al comprobar que no eras la única persona que la temía. ¡Qué gracioso! ¡Qué tiernos pueden resultar los miedos infantiles! ¿Cómo te la imaginabas tú? ¿Grande y peluda?
¿Viscosa? ¿Húmeda? ¿Como una garra? ¡Yo también! ¿Y tú?
¿Cuántos años hacía que no pensabas en la mano? Por eso tardas unos segundos en saber qué es eso húmedo y peludo que ha llegado antes que tú al interruptor de la lámpara.
2 Comentarios
Hola Rosa¡ cuanto tiempo!.Curiosamente, cuando era niña, me imaginaba una mano que salia debajo de mi cama y tenia tanto miedo que me tapaba hasta la cabeza , para que no me tocara. Solo me atrevia a mirar debajo, cuando se hacia de dia. Me alegro que estes de vuelta. Un abrazo.
¡Rosa! ¡Has vuelto!
Ahora estoy yo medio perdida con las correcciones de la editorial, jeje.
De pequeña vi una pelicula que creo que se titulaba "la mano negra"…ni te cuento.
Besos.
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