
© Rosa Ribas
Pues ya que estoy aquí, quería comentar un hecho más bien trivial: que la primavera ha llegado a Frankfurt con la habitual inconsistencia que tiene el tiempo en este zona del país, donde la única constante sean tal vez las bruscas subidas y bajadas térmicas.
Los saltos de más de cinco grados de un día para otro, el paso de cielos azules casi castellanos a capas de nubes grises capaces de hundir a media ciudad en la depresión y de despertar en la otra media unas ansias de huida, ya de por sí muy germánicas.
Pero, aunque el párrafo anterior pueda haber dado la impresión contraria, la primavera ha llegado con todo su poderío. Las plantas están exultantes, en los parques, en los parterres brillan luminosos tulipanes de todos los colores, narcisos, fresias, crocus, ciclamen, ranúnculos, jacintos,… Todos los árboles están llenos de brotes verdes. ¿Todos? Todos no.
Ayer, paseando por el centro, vi este grupo de plátanos cerca de la catedral. Y tuve que pensar en el subcomisario Reiner Fischer (Terletzki en alemán), con quien comparto la aversión a la forma en que los podan en varias zonas de la ciudad. Dentro de varias semanas, casi en el verano, tendrán un aspecto muy distinto, las copas tomarán una forma perfectamente redondeada. Pero ahora esto que se ve en la foto es todo lo que hay.
En ambas orillas de río se extienden dos paseos flanqueados por plátanos a los que también han podado de este modo. De momento, mientras los prados y los parterres parecen explotar de vida, los plátanos siguen pelones, sólo unas ramitas escuálidas brotan de los muñones, gruesos tras muchos años de poda. En verano, formarán un túnel verde. De momento, como diría Reiner Fischer, parecen “escobillas de váter”.
La voz del subcomisario me dice también que tengo que volver a la novela, que los he dejado casi con la palabra en la boca para escribir este pequeño post dominical. Cierto.