© Rosa Ribas

Ahí están. Esperando. Uno de ellos será el próximo ahora que otro ya quedó tan reducido que no se puede escribir con él.

Esperando sin saber si empezarán, continuarán o terminarán una nueva historia; si se quedarán sobre el escritorio o viajarán dentro de un estuche, rozándose y golpeándose con otros más veteranos, con la goma mullida e indulgente, con el duro e implacable sacapuntas.

Esperan impacientes. Y no se imaginan que el próximo va a estrenar un cuaderno, ni que en ese cuaderno empieza un nuevo proyecto. Por eso los miro y busco con los ojos, sin tocarlos para no crearles falsas esperanzas, a mi próximo compañero de trabajo.