«Es verdad que la lengua es algo vivo, que las palabras evolucionan, modifican su sentido y su uso, que aparecen y desaparecen; es lo normal y natural. Pero a veces sucede que una palabra a la que le tienes un cariño especial empieza a transformarse de un modo que no te gusta, porque empieza a cargarse de connotaciones que, sinceramente, no se merece y, aunque detener esta evolución puede ser más o menos como parar una ola gigante con una palita de playa, por lo menos hay que levantar la palita.»

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Tribuna de opinión publicada en El Periódico el 27 de marzo de 2020.