“Esta novela es una mezcla de XX con elementos de YY”. “La autora nos recuerda a ZZ”. “El nuevo XY”. Hay fajas de libros que presentan a sus autores como deudores o herederos de tales pesos pesados de la literatura, que me pregunto cómo pueden soportar esa carga y el miedo a la decepción que tales expectativas puedan causar en sus lectores.

Todos los autores somos hijos de otros autores. O nietos. O sobrinos. O su gemelo malo. Todos tenemos influencias, filias y fobias. Pero no estoy segura que sea un argumento de venta tan deseable como creen los departamentos de márketing de las editoriales. No quiero leer ni a la nueva Highsmith ni a la nueva Rodoreda, para esa las leo a ellas. Sí quiero leer voces nuevas en las que, por supuesto, resonará, como es de esperar, un bagaje.»

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Tribuna publicada en El Periódico el 16 de marzo de 2022.