Desde junio de este año estoy participando en un original juego literario titulado “Una imagen, cien palabras”. ¿En qué consiste el juego? Cada mes su iniciador, el escritor y periodista Óscar Mora, nos propone una fotografía a partir de la cual los invitados al juego, a los que se pueden unir los lectores, escribimos un relato. La única condición es que este tiene que tener 100 palabras exactas. Ni una más ni una menos.
Se trata siempre de imágenes cargadas de historias y cada mes me asombra ver qué han encontrado mis compañeros de juego. Después de escribir mi propio relato, siempre con la imagen a la vista, creyendo conocerla, me fascina constatar como esta se transforma tras la lectura de cada uno de los diferentes relatos. Es como si los paisajes y las personas que aparecen en ellas se hubieran movido y recolocado mientras leía para representar una nueva historia. Parece la misma foto pero no lo es.
Acepté enseguida la propuesta de participar en este juego, me gustaban tanto la premisa de escribir a partir de una foto como el reto formal que imponía tener un número exacto de palabras. Ahora, después de cuatro meses, me doy cuenta de que no solo me divierte, sino que también repercute positivamente en mi trabajo. La estricta limitación de palabras obliga a la concisión, a buscar otras formas de decir algo sin perder la precisión deseada, a tachar. Es un excelente ejercicio cuando paralelamente se está escribiendo una novela, donde en la primera fase de redacción no hay límites.
De modo que, ahora que llegamos a la cuarta entrega, no solo quiero invitarles a leer los relatos que encuentran en este enlace: www.unaimagencienpalabras.es, también querría dar las gracias a Óscar por esta fantástica idea y a mis compañeros de juego por todos los minutos de gozosa y asombrada lectura que me/nos brindan cada mes.
La foto que ilustra esta entrada, de Vivian Maier, es la que inspira los relatos del mes de septimbre.